viernes, 2 de noviembre de 2012

A punto de cumplir 20

Fue una época terrible, pero por lo mismo inolvidable. Yo ya entraba a V ciclo y acababa de cumplir 19. Era la señal. Lo más temido desde mi décimo octavo cumpleaños estaba a punto de suceder: Faltaba poco para que todas cumplamos 20. 
Esos años todo parecía difícil y cada momento, cada día era el peor. Cómo olvidar mis 19 años. Ese verano cuando hice mis primeras prácticas. Alessandra, María Paz y yo estábamos emocionadas, porque nos había tocado en el mismo centro. Estoy segura que ninguna de las tres imaginamos lo bien que nos haría pasar un mes juntas. 
Ese verano me di cuenta que dictar es una de las mejores cosas que me ha pasado en la vida. Enero se fue tan rápido que sentí que sólo había vivido en un día, había llegado el momento: Teníamos que dejar el centro de práctica. 
"Profe, Profe ¿cuándo vuelve a venir?" Era Kevin que me miraba con sus ojos traviesos y sonreía muy orgulloso de no tener un diente. Yo lo observé y sinceramente no tuve el valor de decirle que era más que probable que nos nos volveremos a ver; por eso sólo dije: "Muy pronto. Pórtate bien y estudia". Él inmediatamente me abrazó, como sospechando que mentía y salió corrieno como siempre solía hacerlo. Mis ojos se llenaron de lágrimas y aunque sea estúpido estaba a punto de llorar por 13 niños, 13 personas que llenaron mi vida de una forma insospechada. "Lloras por las puras" - podía escuchar en mi mente la voz que siempre decía eso cada vez que estaba triste. De pronto, un pequeño dedo que tocaba mi hombro me sacó de mi meditación. Era mi querida Evelyn, mi alumna estrella como solía decirle. "Sólo venía a despedirme, señorita". Me dijo con esa sonrisa tan contagiante y llena de vida. Le di un beso y se fue a jugar con el resto. 
Y ahí estaba yo. Triste, en un rincón mirando a mis 13 pequeños y ellos jugaban y eran tan felices y yo estaba tan agradecida. 
Después de haberlos conocido y compartido un mes con ellos. Yo no era la misma. Sabía que algo había cambiado y estaba a punto de descubrirlo. 

Mi celular sonó y era mi papá que llamaba por sexta vez para preguntarme si estaba bien. Y es que el pobre se moría de miedo al saber que estaba en SJL, aunque debo ser honesta: para mí ya no era un lugar cualquiera. Ahora esa avenida con nombre extraño era muy familiar y agradable, porque había sido testigo de un enero que jamás volverá; pero que es indeleble en mi memoria. Y así terminó el primer mes del año. De esos extraños 365 días que anunciaban mis 20 años.
Alejandra López ©

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